Valencia cuenta con un sinfín de torres campanarios de sus innumerables iglesias. Pero sin duda alguna que, de entre todas, las que más destacan son las de Santa Catalina y las del Micalet. Ella, Santa Catalina, y él, el Micalet, parecen vivir un eterno romance en pleno centro de la ciudad, separadas a escasos metros y replicando sus campanas de forma continua.

El Micalet, guardián de las campanas (Din-Don Micalet)

Torres campanario de Valencia

El Miguelete acoge las campanas de más solera y antigüedad de la ciudad. Muchas veces hemos asistido al repique de las 12.00h o al volteo de Fiesta Mayor, ejecutado por campaneros o amigos y compañeros como  Marcos Buigues. La torre estuvo habitada por el campanero hasta 1904, e el cuerpo inferior hacia de prisIgleión para quien se acogía en sagrado, perseguido por las leyes civiles, los Quasimodo valencianos de Nuestra Señora de la Asunción (nombre técnico de la Catedral), los mensajeros se comunicaban con señales desde una piedra del exterior que resonaba en la cámara del campanero. Este campanario tenía toques civiles, como el de cierre de murallas, la hora, arrebato por peligro e incendio por imprudencia. Y toques religiosos para las fiestas principales. Las mayores fiestas fueron  el Corpus, la Ascensión y San Vicente Mártir en la que el protagonismo lo lleva la campana “Vicente” de la Torre de la catedral, una de las tres menores de las grandes junto con la “Jaime” y la “Andrés”.

El volteo de campanas

Para estos toques especiales se concentran los campaneros en número determinado para hacer resonar al unísono un volteo de campanas, en acompasado son de tres a ocho enormes campanas y hasta once campanas. Ayer fueron cinco y una de ellas se llama precisamente, el “Vicente”, en honor del santo. El Vicente tenía el honor de iniciar y finalizar el toque de campanas. El presidente de la asociación nos explicó que los toques de campanas nos retraen a los siglos en que fueron construidas, de 1240 a 1650. Las melodías nos envuelven en la alegría de acompañar el resto de campanas a la homenajeada Vicente que recibe en este día un especial protagonismo.

Torres campanario de Valencia

Marcos campanero repicando

Micalet y Catalina, romance de piedra y miel

Asistiendo a uno de estos recitales de campanas se me ocurre este diálogo ininterrumpido a lo largo de los siglos entre ellas:

“Santos y Santas vienen, dicen las campanas de San Miguel,

Bullicios por las esquinas, contestan las de Santa Catalina”.

“Guerras y súbitas traiciones”, hieren las del Miguelete

“Naranjas frescas y limones”, revierten las de Catalina

“Incendios y alarmas por mi piel”, dice Miguelón

Cáñamo, requesón y miel, vocea Catalina

Recuerdo con una sonrisa la marmórea frase que acuñó un día Juan Gil ALbert: “El Miguelete Está en Valencia, Santa Catalina Es Valencia”.

Catalina, el beso del mar

En efecto, contemplo la silueta de Santa Catalina desde la calle de la Paz y veo las conchas marinas, las guirnaldas de romería y las columnas salomónicas abrazadas de hiedra hechas piedra y pienso que eso es Valencia, productos del mar y de la huerta del Mercado, artesanía de orfebres y cáñamo del barrio de comerciantes, la hiedra, la murta y las flores ofrecidas en sus desfiles teatrales del despertar cíclico de la vida, tintineos de alegre doncella, Catalina.

Torres campanario de Valencia

Micalet, el mundo a tus pies

Si a continuación vuelvo el rostro a la imponente mole del Micalet, aquello que leo entre sus piedras son el rostro solemne que me conduce al corazón político y religioso de la ciudad situado en la Plaza de la Virgen, procesiones religiosas, bullicio de burgueses hacia el Palacio de la Generalitat, amenazas de invasiones, luchas por preservar la identidad, sones y de gravosa majestad, san Miquel.

Rompamos, pues, hoy, una lanza por la poesía de las campanas, un grito de libertad a los cuatro puntos cardinales.

 

Catalina o Micalet, ¿con quién te quedas?

JVN, Guía Oficial

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