El convento de santo Domingo, dos siglos tras su exclaustración …., nos abrió sus puertas a los guías profesionales de Apit en su jornada de puertas abiertas. Nuestro guía veterano; Fernando Cervera, nos fue explicando la entrada, el claustro gótico y sus capillas, el Refectorio y el Aula capitular con sus diversas historias de nobles familias, como los Pertusa, los Boïl, los Borja.
Mientras le escuchábamos nos parecía reconocer todavía el eco de los pasos de aquellos antiguos moradores, personas ensimismadas, de mirada baja, salmodiando rezos hacia la enorme iglesia conventual. Muchos eran los rezos que se esparcían entre los muros donde ahora resuenan las voces de mando y la jerarquía castrense. Sus celdas se ampliarían por la huerta del lado del río Turia, con una especie de eremitorios. Su huésped más conocido fue san Vicente Ferrer, prior un breve tiempo del 1379, al final de su vida predicó austeridad en la cuaresma, rescató a las mujeres atrevidas del barrio del mercado y amonestó a los judíos del vecino Call que se extendía por la Xerea. Le quedó aún tiempo para fundar un colegio de niños huérfanos, en 1410, para recoger a niños moriscos o abandonados del antiguo hospital medieval, ante la iglesia de san Agustín. La fiesta continua celebrándose hoy con un bautizo de un niño que llevará el nombre del santo.
Las piedras de su torre fueron mudos espectadores del asalto de la vecina judería en el año 1390, cuando desaparecieron del mapa del judaísmo como los Santángel, los Vives, o Alcanyis.
Las bancadas de su claustro dieron asiento para los diputados de los tres brazos durante la celebración solemne de Cortes del reino de Aragón en Valencia, durante el reinado de Alfonso V el Mágnanimo, el año 1418.. Caballeros vistiendo vistosas túnicas de seda del color de sus copetes, estolas de armiño a juego con el cinturón y medias bermejas sobre los calzones recorrían los claustros ante el solio real junto a la capilla de la Virgen de la Misericordia.
Las familias nobles querían reservarse un lugar en algunas de las capillas del claustro gótico, en recuerdo de su poderío y en demanda humilde de una plegaria por su alma, salida de los labios rituales de un fraile centenario absorto en la vida eterna: Los Tous, los Vilaragut, los Boïl, los Pertusa. Estos últimos fueron caballeros enfrentados en vida y vecinos de plegaria en el descanso eterno. Más cerca de los frailes consiguió instalarse la familia Boïl, cuyo patriarca fue señor de Manises y Mestre Racional de Valencia, y mandó construir el Aula Capitular a comienzo del siglo XIV, donde fueron sepultados en rico cenotafio, como en literas, sus ilustres descendientes, el que figura como caballero anciano y barbado es Ramón Boïl III, señor de Bétera y virrey de Napóles bajo el Magnánimo. El inferior, el que parece más joven, al menos más impulsivo, D. Ramón Boïl II, señor de Bétera, conocido como Gobernador Viejo, por serlo de Valencia entre 1393 y 1407. Cuentan las crónicas antiguas y las malas lenguas de la época que el Gobernador Viejo compartía una bella amante o cortesana, sin saberlo, con Juan de Pertusa, de linaje de caballeros de la orden de Montesa. El año 1407 un corrillo público llegó a sus oídos por lo que el Gobernador aprovechó una emboscada nocturna para deshacerse de su enemigo, en la plaza de los Patos. Don Ramón Boïl, como noble, estaba aforado, pero confesó su crimen de forma espontánea y, por ello, fue ajusticiado.
Aula Capitular
Otra familia linajuda establecida a la sombra del convento fue la de los Terrateig, procedentes de la Vall d’Albaida, junto al Castillo de Rugat. Pero fue un famoso y gentil caballero quien vivió en las cercanías del mismo, escucharía allí misa y tuvo pendencias singulares, pésima fortuna económica pero mayor gloria literaria que ninguno, fue el ilustre Joanot Martorell de linaje de Gandía, aposentado en la calle del Mar, en el hoy palacio de los Vallvert o Vallverd, que participaron en la conquista de Mallorca.
A partir de 1433 se data el primer nombramiento de Joanot como caballero. Pasó largas temporadas en Inglaterra , Portugal y Nápoles, como consecuencia de diversas luchas caballerescas a las que era tan aficionado, y de las que tenemos información gracias a que se guardan catorce «lletres de batalla», (letras de batallas, o cartas intercambiadas), que Martorell escribió durante toda su vida. Entre los enfrentamientos que tuvo se pueden resaltar el que tuvo con Felipe Boïl el año 1442 por causa de falsos testimonios por lo que siguen ligadas las familias.
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JVicente Niclos
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